El beso es tan importante en las relaciones, que hasta hoy no conocí a nadie que haya mantenido cualquier tipo de relación sin haber dado siquiera un beso.
Es bonito ver a una madre cubriendo a su hijo de besos (yo lo hago siempre), y gustoso recibir un beso de los padres. Es delicioso besar y ser besadas por nuestros compañeros, novios y maridos.
Si nos encontramos con amigos, es normal que los besos y abrazos estén presentes, tanto en el encuentro como en la despedida. Cuando pasamos mucho tiempo lejos, es placentero recibir de los que amamos esas demostraciones de afecto.
Cuando nos apasionamos, o sólo ligamos, el beso pasa a ser más que una manifestación de afecto. Es corriente que algunas personas usen el beso como una especie de termómetro de la relación, esto quiere decir que si el beso no gustó, a uno o a ambos (mal aliento, sabor a tabaco o alcohol, beso con mucha saliva o muy seco), la relación puede no comenzar, o terminar en ese momento.
Por otro lado, cuando al besar se siente como fuego, es señal de que la relación tiene futuro.
Beso suave, tierno, pasional, caliente, con lengua, picos... El sexo placentero ha de tener sabor a beso. Beso en el cuello, en la oreja, en la boca, en los pechos, en los genitales, cualquiera que sea el lugar, debe proporcionar oleadas de placer. Si un beso no gustara, no despertara pasión, tampoco despertará el deseo.
Antes, durante y después del sexo, el beso está siempre presente. Es fundamental. En mi opinión, es el pilar que sustenta los preliminares fundamentales para un buen sexo, y para que el orgasmo se dé.
Una de las mayores quejas en las consultas sexuales, es la falta de deseo, principalmente en la población femenina. Son innumerables las ocasiones en que la inapetencia trae la falta de romanticismo en su pareja. Suelen decir: Ya no me quiere como antes, Ha cambiado, Tenemos tan poco tiempo que hemos dejado de lado el romanticismo, y, la peor de todas: Muchas veces lo hago por hacer, para no sentirme culpable y poderme ir a dormir.
Si se piensa así, está claro que el deseo está dormido y será difícil que vuelva. Lo primero que hay que hacer es rescatar el romanticismo sin el compromiso sexual.
Parece una locura, pero no lo es, recuerde que el sexo no es una obligación. Por tanto, ir de la mano, ir al cine o ver películas en casa, ir a un restaurante, bailar, o reservarse un momento donde los dos puedan disfrutar de la compañía mutua, con derecho a muchos besos y caricias, sin la obligación de hacer sexo, es un buen principio.
Intente recordar cuándo fue la última vez que un beso de su pareja le abrasó. En los momentos entre los dos, intente rescatar ese beso, pero recuerde que un beso es siempre distinto a otro, como también lo son las relaciones sexuales. El placer que despierta en ese momento es único.
Lo importante es disfrutar y vivir cada beso, cada momento.
K.C.B. Sexóloga